lunes, 18 de diciembre de 2017

Tercer domingo de adviento

Hoy es el tercer domingo de adviento. A este domingo, desde hace siglos, se le ha llamado “domingo Caudete”, por la primera palabra del canto o antífona de entrada (Gaudete in Domino Semper) “alégrense siempre en el Señor”. Esta frase está tomada de la carta del apóstol Pablo a los fieles de Filipos. Y, aunque no se cante esta antífona al inicio de la celebración de la eucaristía, las lecturas tienen el mismo sentido, así como la oración colecta, en la que suplicamos a Dios: “concédenos celebrar la Navidad con alegría desbordante”.

Hay que profundizar sobre el motivo de la alegría cristiana. La alegría a la que se nos invita por la Liturgia de este domingo nace de: Dios viene a nuestra vida a cumplir sus promesas de salvación y liberación. El gozo que proclama este tercer domingo de adviento no es la alegría superficial y mundana de una navidad ya próxima y comercializada habitualmente por la sociedad consumista, sino el hecho de saber y creer que Cristo Jesús está en medio de nosotros. ¿Sentimos presente a Dios en nosotros? ¿Lo aceptamos en el corazón?

En un mundo con grandes problemas, nos viene muy bien la invitación que el Año Santo de 1975, el papa, beato Paulo VI, hizo a la Iglesia. Nos vendrá bien leerla. Entre otras cosas decía: “La alegría espiritual consiste en que el espíritu humano halle reposo y una satisfacción íntima con la posesión de Dios trino, conocido por la fe y amado con la caridad que proviene de Él. Esta alegría caracteriza por tanto todas las virtudes cristianas. Las pequeñas alegrías humanas que constituyen en nuestra vida como la semilla de una realidad más alta, quedan transfiguradas”. Y, continúa recordando que, “esta alegría, aquí abajo, incluirá siempre, en alguna medida, la dolorosa prueba”.

Las encuestas en el mundo arrojan elevados porcentajes de desencantos y desilusiones entre los jóvenes y adultos ante la sociedad que nos toca vivir, la gestión política y administrativa, la situación económica y cívica. Esta situación crea en no pocas personas, una depresión, tristeza, malestar, pesadumbre, o sea, los polos opuestos a la alegría de vivir. La persona que ha centrado su vida en la felicidad egoísta, tener y gastar, es víctima de su propio invento. Por ello, nos vendría muy bien en esta semana, hacer una revisión de vida, a fin de que vivamos la alegría que la Navidad nos trae. ¿Sientes la alegría del nacimiento de Jesús?

La presencia amorosa del Señor que habita en nosotros es la causa de la alegría cristiana. Quizás, el desafío más grande de la Navidad sea tomar conciencia de que Cristo nació en nuestra alma el día maravilloso del bautismo. Navidad es el nacimiento de Dios para nosotros, y el bautismo es nuestro nacimiento para Dios. Desde que el Señor está en nosotros, es decir, desde que tenemos constancia de su amor, debiera haber en cada uno la alegría en la esperanza. Cristo viene en Navidad a llenarnos del don de su Espíritu y, con este don, nos da la alegría. Cristo es el motivo de la alegría, “aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2, 13). San Pablo nos dice hoy: “estén siempre alegres… y no apaguen el fuego del Espíritu”.


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